Mano a mano

viernes, 24 de mayo de 2013

ORTEGA



1. Contexto histórico-filosófico Ortega

1) La Historia de España a lo largo del S XIX fue la de un estado liberal fallido, anclada en el subdesarrollo social e industrial respecto a Europa, en tensiones nacionalistas internas no resueltas y en una inestabilidad política recurrente, lo que finalmente desembocó en la crisis del 98 con la pérdida de las últimas colonias, y con ello la aguda conciencia de la irrelevancia de nuestras viejas glorias y de nuestro gran atraso histórico. Ortega vivirá la dictadura de Primo de Rivera y la II República de la que llegó a ser diputado.  Luego la Guerra civil y su exilio, la España franquista y su discreto regreso a partir de 1945 hasta que murió. En Europa, la I Guerra Mundial, la Revolución rusa, la época de entreguerras, y tras la Gran crisis económica de los años 30, el auge de los fascismos -en especial el alemán e italiano aliados del franquismo- y la II Guerra Mundial.
Madrileño, de familia liberal dueña del periódico El imparcial, estudia en Alemania con el neokantiano Cohen. En 1910 gana la cátedra de Metafísica en Madrid y hasta 1936 será el periodo de mayor actividad académica. En 1917 funda La Revista de Occidente acorde a sus planteamientos europeístas. En 1931 firma un manifiesto de apoyo a La República y se exilia a partir de 1936. Sus últimos años de vida en el franquismo los pasa ejerciendo su actividad académica en constantes viajes a Alemania.

2) La primera mitad del siglo XX fue rica en escuelas y corrientes filosóficas y culturales de todo signo. En el mundo anglosajón destacan las filosofías analíticas del lenguaje de Russell, Wittgenstein o la del neopositivismo lógico de Viena, que no interesarán demasiado a Ortega. En cambio sí le influirán estrechamente el vitalismo de Nietzsche y Bergson, el historicismo de Dilthey crucial para su concepto de la razón vital e histórica, la Fenomenología de Husserl o Scheler –en especial en su objetivismo inicial, o en su análisis posterior de las creencias como herramientas ópticas de toda perspectiva- y sus secuelas existencialistas (Heidegger). 
En el terreno artístico, destacará la eclosión de las vanguardias. El fenómeno artístico, en especial la pintura interesará especialmente al Ortega de madurez, sobre lo que escribió mucho. 
En el terreno científico se producen las dos grandes revoluciones científicas que alteran nuestra cosmovisión científica, la Relatividad de Einstein (con la que Ortega siempre estableció una familiaridad epocal en relación a su perspectivismo) y la Revolución cuántica de Heisenberg, Böhr, etc. 
Respecto al “problema de España”, traído dolorosamente a escena tras la generación del 98, Unamuno representó a los defensores del casticismo, anclados a las viejas y eternas esencias españolas: “Que inventen ellos”. Ortega como representante junto con Eugenio D´Ors o Gregorio Marañón de la generación del 14 moderna y europeísta defenderá que si España es el problema, Europa es la solución.



2. ORTEGA: PERSPECTIVISMO Y RACIOVITALISMO

Resumen teoría (O=Ontología. E=Epistemología)


1) O-E) En su evolución filosófica Ortega atraviesa sucesivas etapas. Su primera formación neokantiana y la influencia del racionalismo moderno, en especial el cartesiano, confluyen en su primera etapa objetivista, que sirve a Ortega como proclama crítica contra el atraso científico y cultural español. Defenderá la superioridad del pensamiento científico objetivo sobre la individualidad y subjetividad españolas, que tradicionalmente nos refugiaron en el arte y literatura. Acorde a la Fenomenología de Husserl, se trata de “volver a las cosas mismas” y desterrar todos los componentes distorsionantes que aporta la subjetividad. “Vale más un teorema que todos los funcionarios del Ministerio”, dirá. Se trata de distanciarse científicamente de la doxa subjetiva y pulir teóricamente las cosas para alcanzar su realidad objetiva. Pero toda interpretación teórica necesariamente ancla en algún sistema: un mapa conceptual englobador que dota de sentido cualquier conjetura teórica sobre las cosas. Siguiendo a Hegel, la verdad solo puede existir en el sistema.
Ortega comparte igualmente en esta etapa la convicción de Descartes sobre la unidad del saber humano.

2) O-) Esta primera etapa resultará pronto superada, a partir de sus Meditaciones sobre el Quijote, cuando Ortega descubre la circunstancialidad. Se inicia la segunda etapa: el Perspectivismo. Realiza un viraje radical respecto a ese realismo y objetivismo, pero sigue rechazando el subjetivismo idealista cuyo origen moderno Ortega incardina en el yo pienso cartesiano. Ahora entra en juego la influencia del vitalismo de Nietzsche, la consideración del “mundo de la vida” de la Fenomenología o el auge del existencialismo: el concepto vida pasa a ocupar el lugar central de la reflexión filosófica en Ortega. Y la vida consiste siempre en radical individualidad subjetiva que moldea un mundo de circunstancias, que a su vez la moldean a ella. Por tanto, punto de vista subjetivo y realidad circunstancial o circundante evolucionan inseparablemente, en conjunción dialéctica e histórica. Ambas sin exclusión conforman los vectores fundamentales de la realidad, que es siempre realidad vivida.
Resulta tan artificial pensar aisladamente el yo subjetivo -si no es volcado sobre las cosas o en medio de su circunstancia individual, cultural e histórica- como lo es pensar las cosas mismas desligadas de cualquier punto de vista subjetivo. Por tanto, el entramado de la realidad misma es perspectiva: un punto de vista que ilumina lo real desde un determinado sentido propio e intransferible.
Ortega reniega así de su primera postura realista y objetivista que veía el error en la distorsión subjetiva: ahora declara lo subjetivo como inextirpable de lo real mismo en tanto que perspectiva. Lo real se manifiesta siempre tamizado desde algún aspecto marcado por lo histórico y subjetivo Pero al tiempo recusa, rechaza al idealismo subjetivista que pretende derivar lo real a partir del sujeto pensante como si este pudiera preexistir autónomamente a sus propias circunstancias, sus eventos y contorno únicos e irrepetibles. 

E-) Así, “Donde está mi pupila no cabe ninguna otra… somos insustituibles”. Cada una de ellas –la perspectiva de los individuos, pueblos o culturas- es un “órgano indispensable de la verdad”. De modo que no existe un punto de vista objetivo y universal externo a las múltiples perspectivas, sino que la suma unificada de todas ellas conforma la verdad general. Cada una de ellas representa una porción de la verdad, una expresión válida de lo real desde sus coordenadas vitales y espirituales propias. Toda realidad se presenta poliédrica, en múltiples perspectivas no contradictorias entre ellas sino siempre complementarias unas de otras: todo paisaje es la unificación en marcha de todas sus perspectivas.
Aquí entra en juego el que Ortega denomina Principio de Pantonomía: la conexión íntima a todas las escalas entre lo local y lo global.  Las perspectivas individuales y las colectivas e históricas trazando un mismo relato universal.
El racionalismo clásico pretendía optar a una verdad atemporal, universalmente válida e inmutable –el punto de vista divino para los viejos racionalistas- y desaguaba en teorías abstractas sin conexión con el ámbito vital y concreto de lo humano; el escepticismo y relativismo niegan un asidero permanente tras la fugacidad de los fenómenos, y renuncian a hacer teoría y alcanzar alguna verdad. El perspectivismo orteguiano pretende superar ambas con una noción de la verdad como algo que va construyéndose progresivamente, unificando y asimilando las diversas perspectivas ancladas a lo subjetivo, histórico y concreto. Lo cual redunda en una concepción de la tolerancia entre perspectivas diversas como motor de búsqueda de la verdad.

3) O-E) Su última etapa de madurez filosófica, sintetizada en El Tema de nuestro tiempo, profundiza en los fundamentos de este perspectivismo hasta sus últimas consecuencias, y desemboca en lo que Ortega mismo define como Raciovitalismo. Se trata de conjugar vida y razón, superando críticamente las contradicciones que la tradición filosófica tanto racionalista como vitalista establecen entre ellas. Del racionalismo rechaza su tendencia totalizadora que sobrepasa sus propios límites: siendo la razón una expresión y producto de la vida misma, al pretender abarcar y agotar la totalidad de lo real exhibe una ceguera vital sobre los aspectos irracionales e incomprensibles inherentes a la existencia.
Por su parte, Ortega toma distancia tanto del vitalismo biologicista, para el que la comprensión de la realidad humana no requiere más fundamentos que los biológicos, apostando por un sentido biográfico de la vida, como se aparta del vitalismo de Bergson en el que la razón enraíza en una intuición inmediata desde la vivencia interna.
Ortega propugna una razón vital: una razón expresión de la propia vida. Una expresión vital organizativa, siempre constreñida por los límites de lo irracional: una isla en medio del magma vital. Lo que lejos de arrumbarla a un segundo plano la vuelve imprescindible para pensar tales límites, para que la vida se piense a sí misma. La vida es la realidad radical, la raíz de lo real, sentencia Ortega: la razón deja de ser legisladora de la vida pero cumple el necesario papel de su imprescindible cronista. Así, más fundamentales que las categorías de la razón pura, operan las categorías de la vida: sentirse vivir, ser con las cosas y los otros, y ser proyección de nuestra libertad.
Paralelamente al existencialismo de Heidegger, para quien el hombre es ser-en-el-mundo, arrojado a este, Ortega aclara que vivir es ser con las cosas, y así como según estos existencialistas somos proyecto –siempre proyectados hacia lo que queremos ser- Ortega nos definirá como perpetua futurición y quehacer respecto al mundo.
Finalmente, Ortega desembocará su raciovitalismo hacia una concepción de la razón vital como razón histórica: la realidad y la verdad vitales, siempre dinámicas y evolutivas, vienen necesariamente limitadas por el horizonte histórico de cada época, que marca sus puntos ciegos e imposibilidades así como su histórico preñarse de oportunidades. Como ocurre con nuestro aparato perceptivo que debe ser ciego a casi todo para seleccionar lo relevante y crear sentido, así opera el marco comprensivo de cada época histórica y cada cultura, afirma. Tanto en las ideas que pensamos como en el marco de creencias desde el que las pensamos, que forman el suelo nutricio de nuestro ser.
Ortega incluso descenderá a concretarlo al nivel de las generaciones históricas: la superación que cada generación efectúa sobre las perspectivas de las anteriores, tanto negándose a unas como reavivando otras en según qué casos.
En esta concepción final, Ortega en la misma línea existencialista sostendrá que no hay una Naturaleza humana, universal e inmutable, sino que somos radicalmente históricos: nuestra pertenencia a nuestra época y sus límites constituye nuestra radical esencia, nuestro fundamento espiritual.




3. Comparativa

Para este apartado pueden desarrollarse Platón (P2)- Teoría) o a Descartes (D2)- Teoría) como representantes del racionalismo clásico superado por Ortega, como a Nietzsche (N2)-) como antecedente vitalista cuyo subjetivismo o irracionalismo Ortega rebasa mediante su razón vital.




4. Vigencia de las ideas de Ortega

A Ortega se le considera padre de La Escuela de Madrid a la que se acogerán numerosos intelectuales como María Zambrano, Julián Marías, Aranguren, Zubiri y Ferrater Mora, cuyos artículos y recensiones publicaba la Revista de Occidente. Su manera de hacer las cosas –“La claridad es la cortesía del filósofo”- su cuidado estilo literario,  su amplio enfoque de temas que van desde el análisis del paisaje o la pintura a los toros y que le ganaron internacionalmente la fama de filósofo periodístico, dejaron huella en sus sucesores.

Al igual que se ha vinculado el cubismo a pintar la cuarta dimensión relativista, desde la que retratar simultáneamente las diversas perspectivas espaciales del objeto, igualmente como ya hemos dicho Ortega vinculó a esta idea de época su propia doctrina del perspectivismo.

Cabe destacar la idea de tolerancia orteguiana, la conciencia de la necesaria apertura y fertilización entre perspectivas diferentes como único camino unificador hacia la verdad, una idea que desarrollará análogamente décadas después el humanismo democrático de Habermas: la razón dialógica en la que la objetividad solo puede construirse mediante una intersubjetividad regulada por normas democráticas.

Asimismo resulta rabiosamente vigente el enfoque que hace Ortega de la propia razón, vinculándola inextricablemente al habitus de creencias heredadas históricamente y modeladas por la experiencia vital: algo que aparece como tema central en la hermenéutica de Gadamer, en sus análisis de los pre-juicios como preconcepción necesaria previa a toda interpretación y comprensión, así como en la sociología crítica de Bordieu. 
O incluso de lo emocional, que está teniendo un considerable desarrollo en la psicología como en la neurobiología de las últimas décadas, que descubren en las emociones un complejo dispositivo cognitivo preconceptual del que no es posible deslindar la razón misma, y cuya versión popular de los últimos años la constituye la inteligencia emocional. En términos del propio Bergson:
«Hay cosas que sólo la inteligencia es capaz de buscar, pero que no hallará nunca. Esas cosas sólo el instinto las encontraría, pero no las buscará nunca.»
Y en general las diversas catalogaciones y revisiones del concepto mismo de inteligencia que hoy incluyen su necesaria conexión con aspectos vitales y concretos de la existencia humana.

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